viernes, 22 de febrero de 2008

Ecuador: en la mitad del mundo

El Ecuador, décimo país americano donde pongo los pies ( noveno por dónde rueda mi bici). Sólo voy a conocer de él su parte norte, la que va de la frontera colombiana hasta Quito, algo menos de 300 km. de terreno montañoso; aunque esté casi siempre por encima de los 2000 metros decir que estoy en el altiplano de nuevo sería totalmente falso, alto sí pero plano no hay un metro. A esta altura, en esta época del año y a esta latitud ( cercana a cero, claro) la humedad es insoportable, llueve cada día y si no lo hace da lo mismo, en unas pedaladas está uno completamente empapado en sudor, sudor calientito cuando se escalan las duras pendientes, helado cuando se desciende.

A punto de cruzar la frontera Colombia-Ecuador, pinché en zona de nadie...

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Con tanta humedad el paisaje es totalmente verde, se suceden lagunas y campos de cultivo multicolores, todo bordado por la vista nublada de los volcanes, que debe ser precioso en verano. A diferencia de los otros países andinos, el Ecuador, el ecuatoriano, es limpio, tranquilo, sin bullicios, ordenado, pacífico; si hubiera seguido una ruta lógica este país hubiera servido de transición natural desde el Perú a Colombia.
Tras cruzar con la bici el Ecuador terrestre sin ni enterarme ( no, la línea no está pintada sobre la tierra}entro a Quito desde el norte, la verdad una de las entradas a ciudad más tranquila del viaje a pesar de los sudores y las cuestas. Voy a alojarme en la casa de Crisa, con sus hijos Cami y Anaiti, otra casa de ciclistas y van... como siempre la atención es de lujo y es mucho más fácil llegar que marcharse.

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Cami, Anaiti y un servidor

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Además Quito va a ser lugar de reencuentros; en primer lugar y tras más de seis meses sin verles el pelo me reúno con Yves y Gaël, los SiOnJouait, con quien había pedaleado en Argentina, norte de Chile y Bolivia aparte de compartir con ellos pantuagrélicos banquetes y muchas risas; con ellos conocí a Virginia, otra loca viajando en bici por estas tierras.
La expedición "ciclistas sin bici" nos acercamos a la mitad del mundo, a la línea ecuatorial sitio de un museo interesante. Sobre el ecuador nos hacen algunas demostraciones, por ejemplo es posible parar un huevo sobre un clavo, algo que nunca me había entretenido a probar en ninguno de los dos hemisferios pero que al parecer es imposible; también nos hicieron la demostración de cómo gira el agua del water: en el norte en sentido de las agujas del reloj, al sur hacia la izquierda. Y sí, claro, sobre el Ecuador el agua baja del tirón, sin girar a ningún lado.


Virgínia, Cristina, Gaël, chó e Iván; a nuestros pies, la mitad del mundo

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Tras una cena de despedida los SiOnJouait volaron hacia Europa tras año y medio rodando por acá, Virginia se fue a Buenos Aires buscando la Paagonia y Crisa y yo fuimos para Baños, ciudad turística algo más al sur dónde Crisa tiene una casita espectacular; allá encuentro a Anna, una catalana que lleva 8 años viajando con Pablo por el mundo, un gusto poder hablar algo de català tan lejos de casa. Con Crisa hicimos la ruta de las cascadas, precioso descenso hacia la cuenca amazónica, rodeados de verde y de agua, aunque después tocó subir, claro!


Una de las innumerables cascadas de la ruta Baños- Río Negro

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De nuevo en Quito, nuevo encuentro con Philippe y Anna, dos ciclistas dando la vuelta al mundo, con ellos había compartido las navidades en Cusco. Unas birras, algo de comer y la visita al museo de Guayasamín, uno de los mejores que nunca he visto, un compendio del sufrimiento del pueblo americano plasmado magistralmente por el pintor Quiteño.
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Las torres de la basílica desde la cubierta de la nave principal

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También nos dimos unos garbeos por el centro colonial, Patrimonio de la humanidad y según cuentan las crónicas la ciudad colonial más antigua de américa; las callejuelas empinadas y las bellas fachadas son bien típicas aunque la palma se la lleva la basílica moderna, es posible pasearse por todo su interior, incluso subir a las torres por empinadas y muy poco seguras escaleras, buenas vistas y con restaurante incluído, la fe encontró otro negocio...


Las empinadas calles Quiteñas

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Con pocas ganas de marchar, estoy sacando la bici de casa cuando en la radio anuncian un buen concierto para esta noche, no problem! Se cierra la puerta, conmigo dentro claro, a Crisa y su familia parece no importarle que me quede una noche más y yo, que llevo un mono encima de música en directo que ni te cuento, la mar de contento.


Anaiti, haciendo el "mono" para la cámara

jueves, 21 de febrero de 2008

Colombia II parte: Neiva- San Agustín

Tras sacar un montón de fotos en el desierto de la Tatacoa el destino era Neiva, dónde me iba a recibir Julio, hermano de Elcira amiga y compañera en Barcelona; contacto con Julio cuando estoy a unos 20 km. de la ciudad y me dice que el tiene una reunión en una hora; o me apuro o no llego así que toca pedalear tan fuerte como pueda.

Llegar, llego a tiempo pero tras las presentaciones me doy cuenta que me falta una de las alforjas. Pánico! Ahí llevaba la tienda de acampar, la cocinita con todos los útiles para cocinar, un cuaderno de viajes y uno de mis dos jerséis, vaya casi ¼ parte de mis cosas. Repaso mentalmente la etapa y tengo claro que en el punto desde el que llamé tenía todo en orden; en esos 20 km. de asfalto sin baches se me debió caer la bolsa de la bici y ni me enteré, algo realmente extraño por el peso de la bolsa y el ruido que debería hacer tamaño bulto al impactar con el suelo. Tras la desesperación inicial me doy cuenta que no hay nada que hacer, lo perdido, perdido está. Aún así regreso al día siguiente sobre mis pasos preguntando a la gente sobre una bolsa negra con útiles de camping; nada.


Saliendo de la Tatacoa, todavía con todo el equipaje...


Con el sabio consejo de Francisco llamó a las radios locales, los taxistas y las gentes de los puestecitos a pie de carrtera siempre están en sintonía radiofónica y quizás su solidaridad me eche un cable. Yo quiero poner el aviso sobre mi bolsa..perdida ......Julio, mi anfitrión en Neiva..................pero los de la radio aprovechan para hacerme una entrevista; como es eso de viajar en bici – preguntan. Gratificante pero duro, más ahora sin las cosas que perdí a la entrada de Neiva por la carretera desde Torrecillas; ya y que te parece Colombia amigo viajero. Los paisajes muy lindos y la gente muy acogedora, espero que con su amabilidad y solidaridad me ayuden a encontrar mi bolsa, que perdí en la entrada a Neiva por la carretera de Torrecillas; y así os podéis imaginar, a cada pregunta yo metía. cucharada en el tema de mi bolsa perdida pero nada, no hubo suerte y al que le cayó en las manos mi material no parece gustarle la radio o parece que le gustaron los regalos.

Tras pasar un día con Julio y su familia y amigos ( que me trataron de lujo) de comida en comida, paseando por la orilla del Magdalena y conociendo algo de las historias de la Gaitana, salgo de nuevo a la ruta con mi capacidad de autosuficiencia bastante mermada: no puedo cocinar y si se pone a llover no tengo techo; tocará estos días buscar un hostalito y parar a comer en la carretera algo más consistente que las galletas que llenan una de mis alforjas.
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El río Magdalena en su camino hacia el Caribe


Tras recorrer más de 600 km. en una semana llego a Pitalito agotado, medio muerto por mi falta de costumbre ciclista y un pequeño virus con su fiebrecilla y sus dolores óseos me atrapa tres días en cama, descanso obligado antes de llegar al parque arqueológico de San Agustín.
El valle donde se asienta San Agustín es el más turísitco del Sud de Colombia, vaya el único lugar donde encontrar otros "gringos" paseando, y no son pocos. La razón no son únicamente los bellos paisajes y el calor humano de los colombianos, aquí se asentó una civilización antiguísima, los Sanagustinianos, tan vieja que su nombre es un sinsentido, no existían santos por aquella época, al menos no Vaticano que los hiciera públicos y oficiales.

De estos tipos poco se sabe ( vaya, como siempre), al parecer vivieron aquí desde el S. XIII a.c. y su mayor legado va estrechamente ligado a la muerte: los muertos eran enterrados a unos 5 metros de profundidad y sobre ellos hacían un montículo de tierra bien alto; el recinto era decorado con distintas estatuas, de las más interesantes que se pueden encontrar en América latina, que representan escenas de la vida cotidiana. El parque está bien cuidado aunque falta un poco de explicación. Se puede averiguar más aquí.


Pero no sólo se visita el Parque arqueológico que incluye un pequeño museo y tres montículos, todo regado con un sinfín de estatuas. También se pueden visitar otros centros arqueológicos como el de Obando, con más tumbas o llegar hasta Isnos dónde hay más estatuas.


También se puede acceder al nacimiento del río Magdalena, el más largo del país, al que ví nacer por estos lares y al que, si todo va bien, veré desembocar en el mar del Caribe; pero para eso Mujer en parto....... quedan muchos kilómetros de viaje...





"Escenas cotidianas": un pájaro comiendo culebras, el guapo del pueblo y la versión lítica del Kamasutra

El río Magdalena cerca de su nacimiento, en el valle de su estrecho

Para acabar con esta primera etapa en Colombia tomé un bus ( ejem...), primero porque me habían dicho que la ruta destapada era considerada zona roja ( aunque parece bastante segura), segundo porque quería encontrarme con unos amigos en Quito y al ser una carretera de ida y vuelta ( volveré por mis trazas después) pues bajo un trozo en bus, otro en bici, subo un trozo en bici y otro en bus. Total que ya estoy en el Ecuador

sábado, 2 de febrero de 2008

Pedaleando Colombia: de Bogotá al desierto de la Tatacoa

Tras un tiempo largo, muy largo, sin mucha bicicleta tocaba ya salir de nuevo a la ruta, no es cuestión de apalancarse más aunque la hospitalidad de Francisco en Bogotá invitaba a ello; echando cuentas, desde que me fuí al mejor campo de trabajo mundial, el de Paraguay, no había pedaleado ni 2.000 km, y de eso hace ya seis meses...

Tras una última visita turística a la impresionante Catedral de Sal de Zipaquirá ( excavada a 180 metros bajo tierra y con tres naves inmensas, todo de sal) tocaba salir a las calles, no en vano había escogido el domingo para salir de la gran ciudad.

Domingo es sinónimo de bici en Bogotá, así que de nuevo disfruté de esta experiencia maravillosa que es la cicloruta popular bogotana, está vez con la burra bien cargada, lo que no deja de llamar la atención del otro millón largo de ciclistas que deambulaban por ahí. Con la magnífica escolta de Francisco y algunos ciclistas del lugar, nuevos amigos, llegamos a la salida de la ciudad, de nuevo la carretera, de nuevo la libertad del viaje en bici.


Miguel, Rodolfo, Jose Luis, Francisco, Mireya, Ana y un vagabundo que se coló en la foto...


Francisco me acompañó unos quilómetros más y sólo faltó segundo y medio tras nuestra despedida para que los colombianos me empezaran a demostrar lo fácil que puede ser viajar por este país; sin haber arrancado tras el abrazo con Francisco y mientras este se perdía tras una curva, para un auto a mi lado y tras el questionario de rigor me invita a visitar su finca en el centro del país, tardaré en visitarlo pero ya me ha cargado las pilas de forma muy positiva para empezar.

Un ratito después un coche se para en el arcén y me regala unas naranjas, subo la primera tachuela y no veas cómo noto la falta de costumbre ciclista, avanzo como un caracol. El descenso es espectacular, desde los 3000 metros debo descender a prácticamente 0, estoy sólo a 5° norte del Ecuador y la vegetación se vuelve bien selvática a medida que desciendo; el calorcito, que al principio me parece rico, será mi infatigable acompañante y mi mayor tortura en los días venideros. Llegando a mi primer destino, Fusagasugá, aparece otro ángel de la guardia, Jairo, salió a entrenar este domingo y tras un poco de conversa me encuentro en su casa, la hospitalidad de esta gente es increíble!

En los días venideros se va repitiendo la historia, gente amable que me invita a tomar un zumito, a morder unas frutas o simplemente me animan desde los coches. El sol es totalmente inclemente y la temperatura no baja de los 30°, junto a mi falta de forma física me deja destrozado día a día. Al llegar al pequeño pueblo de Velú la hospitalidad ralla lo surreal; tras encontrar a Germán en la ruta y pegarme una cena de infarto preparada por su mujer, nos dirijimos a "dar una vuelta" por el pueblo, y acabamos tomando unas birras nosécuantos y todos haciéndome preguntas; por la mañana procesión de casa en casa para tomar café, seguir charlando y despedirme de todos. Un pueblo lindo , con una gente increíblemente amable, os invitan a los que queráis a sus fiestas del 20 de Julio; queda dicho.



Don Germán con su esposa y la pequeña Catalina, el de siempre y la bici
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El atractivo paisagístico de la región es sin duda el Desierto de la Tatacoa; a medida que me iba acercando a él se me hacía más extraño que por ahí iba a encontrarme con una zona árida, deambulaba a orillas del Magdalena y la vegetación era abundante aunque el calor no tenía nada que envidiar al del Sáhara...
Evidentemente el mapa no estaba equivocado y poco a poco la vegetación fue desapareciendo, las piedras se hicieron polvo y plas! ya estaba en el desierto de la Tatacoa ( nombre indígena que viene a decir algo así como: serpiente que si te muerde...cagaste!).
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Un lugar muy bello, ya sabéis mi teoría sobre estos sitios, mejor algunas imágenes que mil palabras...