martes, 20 de noviembre de 2007

Titikaka III: Islas Uros

Catedral de Puno, puerto hacia las islas Uros

No hay dos sin tres y por lo tanto todavía quedaba explicar algo acerca de este maravilloso lugar. Mis primeras pedaladas por Perú, octavo país de mi periplo americano, no fueron las más brillantes, travesando poblados semi-desérticos con sólo algunos niños que me gritaban "Gringo" ( guiri) o " Dame plata", incluso alguno tiró alguna piedra que por fortuna no llegó a destino... Además han sido innumerables los avisos de otros viajeros acerca del Perú: que cuidao que son muy ladrones, ojo con la bici, nunca dejes la tienda sola... Junta ambas cosas y tendrás a un ciclista descontento, con pocas ganas de saludar o charlar y dedicado plenamente a la bici.

También hay buenos chicos en Perú. Versión local de los "amo a Laura", grabando video clip...

En mi primera parada peruana, Juli, ya me cabreo: acostumbrado a que los niños me señalen por la calle ( mira mamá que barba) no consiento que sean los adultos los que se rían en mi cara y cambio algunas malas palabras. Me voy al hostal maldiciendo al Perú, para que os voy a engañar. Con los días veré que no todo es así y que por estos lares pasan mogollón de guiris en bus pero ninguno para en esos pueblos, así que los amadísimos y veneradísimos dólares pasan, sobre ruedas, delante de sus narices y ná de ná. Así que el pobre ciclista paga los platos rotos.

También tube sol, muchísimo sol en estas etapas, a pesar de la crema solar me he quemado totalmente y todavía hoy, una semana después, me siguen cayendo tiras de piel requemada, muy a saco como azota aquí Lorenzo.



Así es una isla flotante de Totora


Llegó la modernidad: cámaras digitales y paneles solares

Fuera rollos, la llegada a Puno, ciudad turística es mucho más tranquila, sonrisas, "amigo ven a mi hostal" y esas milongas, bueno para recuperar la esperanza en un país que me va a acoger ( les guste o no) durante un par de meses. El centro histórico de la ciudad es bien bonito aunque estoy aquí para conocer las islas Uros, un lugar curioso y verdaderamente único en el mundo. Son islas flotantes formadas a base de juncos de totora, una planta acuática que crece en el mismo lago.


Hambre no pasan los Uros, no

La historia de los Uros es curiosa, hartos de que las agresivas tribus vecinas ( los collas, los incas) los ostigaran decidieron comenzar una vida flotante, cortando la totora por las raíces, las van atando hasta formar grandes plataformas que recubren con más totora troceada, encima construyen sus casitas ( también de totora, claro) y se comunican con sus barcos de totora. El sistema es práctico a más no poder, aparte de escapar de las agresiones foráneas si te enfadas con el vecino ( cada isla alberga de 10 a 15 famílias) sólo hay que cortar unas cuerdas ( que sí, que son de fibra de totora), que la totora que hace de suelo se va pudriendo con el agua? pues nada, le echas un poco de tierra y ya tienes huerto.

El modo de transporte parece más cansado que la bici

En realidad, hoy en día esto es más un circo para turistas que una forma de vida aunque siguen viviendo en las más de trenta islas cerca de 3.000 personas aunque ya se perdió la "pureza" del pueblo Uro pues desde hace medio siglo hay matrimonios Uros-Aymaras y estos se dedican mayoritariamente a elaborar artesanías de totora para las hordas de turistas que visitamos las islas cada día. Pero vaya, sigue siendo un espectáculo ver a los locales remar para acudir a una reunión comunal o ver como "pescan" la pelota cada vez que esta va al agua, fútbol sobre totora.


En fin un paseo interesante y buen broche final para mi visita al lago titikaka, otro de los lugares que pasa a engrosar mi lista de favoritos. Me toca ahora afrontar, de nuevo, las cuestas de los andes y las duras condiciones del alto-altiplano.

2 comentarios:

Anónimo dijo...
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Anónimo dijo...
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