jueves, 14 de junio de 2007

Tres horas en Bolivia

No se puede pedalear cada día, de vez en cuando hay que ocuparse de asuntos serios; así, siempre en movimiento, tocaba hacer una pequeña incursión a Bolivia para sacar algo de dinero y hasta la frontera me desplacé en bus.
Un simple puente de no más de 50 metros marca el límite entre Argentina ( La Quiaca) y Bolivia ( Villazón), algunos se atreverían a afirmar que ese amasijo de hormigón es una frontera más profunda, la que separa el primer del tercer mundo. Diferencias económicas evidentes hay, así como culturales aún y cuando el norte argentino es marcadamente andino y el lugareño de Humahuaca o Abra Pampa tiene mucho más en común con un Boliviano o Peruano "altiplánicos" que con cualquier Porteño ( Buenos Aires) u otro argentino "Patagónico".
Antes de cruzar el puente se observan, en sus inmediaciones, decenas, cientos sino miles de sacos de esos grandotes, de los de 50 kg., de diversas mercaderías de primera necesidad: azúcar, sal, harina...todos circumdados por un tropel de imitadores del jorobado de Notre-Dame pero envueltos en ropajes andinos, usea de lana multicolor.
Son los llamados tranportistas hormiga, una de las caricaturas más crueles de lo que debería ser una legislación aduanera. Me explico. La mercancía proviniente de Argentina no entra a Bolivia en camión: inspecciones, papeleos, aranceles...dificultan un comercio entre ambos paises, pero existe un vacío legal. Se puede cruzar la frontera con lo puesto, sin papeles ni preguntas. No valen, en este juego, ayudas tales como carretas o bicis, estas pasan inspección.
El resultado es un constantes desfile de minúsculos hombrecillos y mujeres con la espalda partida por el aplastante peso de la mercancía; 200 metros recorridos 30, 40 veces al día, de un país al otro, de un camión argentino a uno boliviano, una trampa legal invisible para ambas capitales. Al fin y al cabo se ahorran impuestos y los "indígenas" tienen "trabajo".Por respeto a su esfuerzo no hay fotos.

Una vez en terreno Boliviano toca abastecerse de su moneda local, originalmente conocido como peso Boliviano. Nomás cruzar el puente se abre una calle comercial teñida de mil colores, donde se apilan por igual material electrónico de "última generación" ( a saber, MP3, cámaras digitales, ordenadores...), casas de cambio, artesanías de todo tipo, puestos de fruta...todo realmente vistoso. Aunque la palma se la llevan las mujeres indígenas, las collas y su tradicional vestimenta: zapato negro plano, medias de lana por encima de las cuales ondean vistosas faldas de vuelo, una sucesión de jerseys coronados por un siempre bonito poncho y la guinda son sus sombreros, detalle que no falta nunca: sean de estilo bombín ( a lo pork pie), de ala ancha tipo "El Zorro" o de lana multicolor siempre enmarcan sus rostros curtidos por el sol y de ellos asoman, en su parte posterior, dos enormes trenzas de un negro impoluto, un pelo que jamás conoció las tijeras. Otro complemento bien típicamente andino es un mantón de lana de llama, convenientemente teñido de mil colores, que atado a la espalda sirve de transportín para el pequeño de la casa, una especie de bolsa marsupial dorsal muy práctica. Genial! A pesar de su timidez generalizada son bien simpáticas cuando quieren y aceptan, con una gran sonrisa, ser fotografiadas caso de esta señora dueña de un modesto puesto en el mercado.

Ah el mercado!! parada obligada para conocer una ciudad, o en este caso hacerse una pequeña idea acerca de un país; y si además se come por unos 50 céntimos de euro...de cabeza al mercado, oye! Dos son las cosas que llaman más poderosamente la atención amén de las señoras que atienden: la enorme variedad de frutas ( Bolivia reparte su territorio entre el altiplano y la selva tropical) y los puestos de hierbajos donde unas pseudo-curanderas recetan remedios para cualquier tipo de dolencia o problema, a destacar el que incita a un vómito incontrolable cuando se prueba el alcohol, al parecer uno de los más requeridos por las collas que quieren controlar a sus borrachuzos maridos.
Y estas primeras y escasas tres primeras horas en Bolivia dieron para mucho más; en la plaza central de Villazón se celebraba una feria escolar dónde los chicos y chicas presentaban sus proyectos empresariales, algunos tan interesantes como comercializar licor de leche de cabra ( buenísimo) o un mayor aprovechamiento de las carnes de llama haciendo chorizos y embutidos.
Del caos de la terminal de buses, de los olores de las calles bolivianas y de otras cosas que uno apreció en este corto paseo ya os hablaré más adelante, pasaré algunas, muchas horas más en este país que ya empezó a fascinarme. y es que Bolivia fué una de las claves por las que escoger Latinoamérica para este viaje y, de momento, no me ha defraudado lo más mínimo, ans el contrario.

1 comentario:

Anónimo dijo...

le falta mas dinamismo y procura realizar menos critica en tu blog.
te felicito un buen intento por conocer latinoamerica,
Luccian.