sábado, 10 de noviembre de 2007

El Lago Titikaka I

El Lago Sagrado de los Incas, el Titikaka, era unos de los puntos más esperados del viaje y al mismo tiempo no quería llegar. Se trata de mi última parada Boliviana y aunque siempre da morriña dejar un país que has disfrutado, éste ha sido mi favorito.
Pero contemplar desde la Cordillera Real sus azules y tranquilas aguas me hizo quitar cualquier atisbo de sentimentalismo, me iba de cabeza al lago.
Uno soñaba con una circumvalación lacustre "estilo llac de Banyoles", todo llanito, obviando que el 90% de carreteras costaneras ( a todas luces mis favoritas ) son una sucesión constante de curvas y que el concepto "llano" se deja para el interior.



En los "toboganes" Titikaquenses se disfruta del especial micro-clima que crea el lago. Aunque parece increíble que esto se encuentre a más de 3.800 m. de altura cualquiera confundiría sus playas, el color azul verdoso de sus aguas, los cultivos que trepan por sus orillas e incluso los olores que desprende su vegetación ( mimosa i romaní a mansalva) con mi querido Mediterrani, nunca tuve la sensación de estar tan "en casa" en todo el viaje y es que uno puede negar sus orígenes, y los míos están estrechamente ligados a la costa, a los caminitos de ronda, al sol de la primavera-verano y aquí me encuentro totalmente en mi salsa.
Otro punto a favor de este lugar es la cantidad de eucaliptus que jalonan la ruta. Me encanta. Me recuerdan mucho a mis paseos por las carreteras costaneras de Euskal Herria donde el frescor del aroma eucaliptero invade todo.

Así de tranquilo, así de bello, es el Titikaka

También como en casa me hace sentir Marta, una colla que me obsequia con un trocito de su jardín, suficiente para plantar la tienda delante mismo del lago, del lujazo.
Es difícil explicar porqué uno escoge un hostal u otro, decide parar a preguntar a una persona u otra pero la verdad es que muchas veces la clavo. Algo cansado voy pasando pueblito tras pueblito ( que ya dicho de paso no tienen el encanto del entorno) y en una pequeña puerta se adivina algo así como una tiendecita; me acerc y dentro una señora de mediana edad no hace ni el gesto de sonreír cuando entro y levanta sólo ligeramente la mirada. Típica colla con dos enormes trenzas de pelo negro, superposición de jerseys y polleras ( faldas) que le dan un aspecto de súper-obesa, piel quemada después de años y años de exposición al abrasador sol altiplánico y la mirada distraída-ausente que caracterizan a la gente de campo. Tras la mini-introducción explicativa ( yo ciclista, vengo de Condoriri, busco lugar para dormir, preferiblemente camping, imprescindible que sea económico) su rostro cambia hacia la sorpresa y la alegría y, una hora después, me indica, me invita, me pide, me obliga, a que acampe en su jardín. En la charla se muestra entusiasmada con mi viaje, se sorprende y le apena un tanto que conozca su país mejor que ella, no tuvo oportunidades de viajar, ya sabes hijo: aquí a los 15 casada, a los 16 con el primer niño y a los 24 con cinco, uno , el mayor, murió a los 14 pero no tiene tiempo de lamentarlo, hay que criar a los otros cuatro, sacar el negocio adelante ( tienda, hotel y restaurante), cuidar de su madre y pagar los créditos. Cuando sale a la palestra el tema política se le llena la boca hablando de Evo, su salvador, el primer indígena presidente de Bolivia, el que mira por los pobres, el que los ayuda. En sólo dos años han cambiado muchas cosas, a peor para el 1% de ricos, y ya era hora, puntualiza. Y es una pena que Fidel ( Castro) esté tan débil, sino junto con Chávez arreglaban todo para los trabajadores. Pero tu hijo disfruta, tu que puedes, ay como me hubiera gustado andar por ahí con una bici o como fuera.
No me permite que le alquile una habitación de su hotel, pediste lugar para acampar y con lo grande que es el jardín, además en fin de semana sí que vienen niños a jugar, ahora está solito. Y que no, no te voy a dejar pagar nada, si hay espacio de sobra...


Javi, sonríendo al Paparazzi...


Su sobrino Javi Poke ( por los Pokemon...) se convierte en mi sombra, me ayuda a armar la carpa, investiga mi material de camping ( la linterna frontal "a lo minero" siempre triumfa) y quiere aprender y aprende, a sacar fotos con la cámara digital. Lo de la cocinita a gasolina lo supera y se va a dormir. El atardecer desde mi jardín privado es de los buenos, buenos.



Desde el muelle del jardín se observa este espectáculo


Por desgracia al día siguiente Marta no está en la tienda. Me atiende su marido, serio, seco, acepta con una mirada dura mi agradecimiento por la plaza de camping y con un "no se encuentra" acaba con mis indagaciones sobre el paradero de su mujer. Es muy habitual por aquí ( y por allá también, lo sé) que las mujeres sean excepcionalmente amables, conversadoras y preguntadoras, siempre que no esté el marido cercano, y que este sea más bien rancio.

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