miércoles, 31 de enero de 2007

Cruce Villa O´Higgins - El Chaltén

Cosas, muchas cosas... cambio de país y casi de medio de locomoción: en 20 días poca bici, menos de 300 km. y mucho caminar con casi 200 km. entre montañas, valles, lagos, glaciares... Desde Candelario Mancilla empecé una caminata de 5 días y 100 km., difícil de explicar: sólo 2 pobladores habitan estos valles, hombres curtidos en la soledad salvaje, cazadores de pumas, carneadores de cualquier animal que se les cruce en el camino, incluso uno asegura que sacrifica y come su propio caballo de montar cuando este pierde velocidad y firmeza en el paso, algo ináudito en un gaucho. La rudeza de estos hombres multiplica exponencialmente el sentimiento de aislamiento y en estas circunstancias tener cara a cara una masa de 13.500 km cuadrados para mi solito de hielo inmaculadamente blanco en su fondo y de un azul celeste inaudito para mis córneas en su frente es algo de lo que no puedo más que congratularme de haber disfrutado. Imponentes hasta cortar la respiración los glaciares GAEA y O´Higgins, algo menos el glaciar Chico pero al ser el primero de la travesía uno también le coge "cariño", jeje.

La espectacularidad del campo de hielo de sur se ve magnificada por la soledad del lugar. El frente del glaciar O Higgins hace unos 4 km. de largo...

En mi perenne voluntad de no retornar por el camino que me llevó sigo los consejos del poblador y agarro una huella por la orilla del lago. Las 8h. que me pronostican de caminata se convierten en una peregrinación de más de 13h. subiendo y bajando valles con sus correspondientes cruces fluviales ( y la mojadura podal que ello comporta). El regreso a Candelario Mancilla se hace épico, caminando desde las 6h de la madrugada llego sobre les 12 del mediodía para recoger bici y bártulos y afrontar los 20km de cruce de frontera contra reloj. Viento ultra violento, caminos pésimos plagados de árboles caídos ( con el consecuente levantamiento de bici + equipajes cada 50m.), averías propias y ajenas y el cumplimento de una antigua profecía materna " un dia perdràs el cap" materializada en el olvido del casco en un bosquecillo ( y sus 6 km. ida + 6 vuelta para recuperarlo). Para acabar el día, con el mismo ya acabado, los frenos dejan de funcionar y una empinadísima bajada final se empeña en que bese el suelo a cada curva. Si el llorar fuera gratuito a nivel energético hubiera desbordado la Laguna del Desierto, en su lugar una ínfima sonrisa de satisfacción sirve de broche al día y sustituye a la que hubiera sido una merecidísima cena, después de más de 17h. de esfuerzo apetece más meterse en el sobre que ponerse a cocinar.


Con todo ya llegué a Argentina.

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