jueves, 14 de diciembre de 2006

El Huaso de los Andes


Fue un momento difícil el de la partida. Un último saludo al petit comitéé de despedida ( Ivhan, Uri & Mauri) y darse cuenta de que durante mucho tiempo uno no verá ni un geto conocido. Como buen humano me equivoqué y después de tropomil horas de avión, taxi y metro me recibe en Santiago el amigo Cristóbal. Ya había dejado las cosas en el hotel y fuimos a comer a su casa, excelente el trato y sobresalientes las aventuras de su padre, el Comandante Juan González el cual dirigió durante 12 meses la base antártica Chilena O´Higgins. Durante la comida cambio de planes, nos vamos a la playa, vuelta al hotel a recojer el equipaje y a Maitencillo ( maitenqué?). El pueblo es de leyenda, todo casas de madera frente al mar, con amplias ventanas, molt guapo!
Asado, piscos y charlas con sus amigos ( el gato, el cañón, Agustín...) sobre la obsesión chilena de parecerse a los americanos ( del norte, of course) y algunas cositas más. Sin dormir, coche y a los Andes, de la rivera del Pacífico a la frontera con Argentina en 4 horas ( como en casa, de la playa a pirineos...). Allá Cristóbal tiene una especie de Rancho al que hacía tres años que no rendía visita; aún así el Huaso Bernardino nos acoje de maravilla.
El Huaso es el vaquero ( con V, y sin garcia delante) Chileno, cara curtida, cuchillo al cinto, vaqueros perennes y una vida repartida entre el cuidado de vacas, caballos y corderos, montar a caballo, hacer fuego para comer y calentarse... Todo rodeado de un paisaje de los buenos: cascadas, ríos salvajes ( por lo del deshielo), cumbres nevadas, animales por doquier y el capo de la zona: el cóndor andino. El primer paseo a caballo de mi vida se convierte en una travesía de más de seis horas, el tiempo que se tarda en ir y volver a Las Termas del Flaco, una especie de campamento veraniego compuesto de cuatro calles, un número nada desdeñable de servicios, alojamientos, restaurants, el súper La Esponja, bares, unas termas, alquiler de caballos e incluso un tipo que tenía los cojones de anunciarse como EL DOCTOR y no tenía más que cuatro hierbajos sobre una mesa.
Ahorraré explicaciones sobre el estado de mi trasero a la vuelta, así despistando resaltar que ví las estrellas, el cielo a 3 mil metros es siempre espectacular de noche.
Al partir el domingo tarde Bernardino me hizo entrega de un preciado presente, una taza echa a partir de una lata de conservas + alambre: simple y utilisísima. Gracias Huaso!

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